lunes, junio 13, 2011

¡Es la pura verdad!

Un momento...
Bien, gracias por la espera. No, nada, me estaba poniendo el casco de las collejas, porque como reza el famoso dicho (escrito escatológicamente) "Vuelan collejazos por aquí y tienes cara de aeropuerto".
¿La entrada? No, por nada en especial, realmente me apetece reflejar los pensamientos que me rondan por la cabeza después de haber realizado una prueba oral de inglés y de que mi compañero de examen, el cual me ha regalado una de esas frases que gustan enmarcar, "que te vaya bien en la vida", me ha obsequiado con un papel en el que se llama a repetir el hito histórico marcado el 15-M, donde un pueblo encorajinado salió a las calles para protestar por la precaria situación en la que estamos; y estaremos, no nos engañemos.
Lo que viene al caso, que me embolo yo solo y me acabo liando y no hablo de lo que quiero reflejar. Debo reconocer que en un primer momento no confié en el movimiento 15-M, tenía la sensación de que era una maniobra por parte de alguna "cabeza negra mágica" donde se conisguiera que hubiera una revolución parecida a la ocurrida en Islandia, donde el pueblo demostró que aún hay esperanza y que hay que tener la mente fría necesaria para actuar en situaciones precisas y necesarias; pero con el componente político escondido detrás de las revindicaciones. Escuché hablar del susodicho Manifiesto, y me sentí uno más, al menos espiritualmente. Conforme fui recopilando datos, opiniones, presencias y demás medios de información, decidí que era un movimiento necesario, valiente y utópico. Así pensaba y sigo pensando, ciertamente, aunque mis labios no articulen las palabras necesarias para defenderlo.
¿Os gustan los cuentos? A mí sí, son una fuente de relatos cortos ficticios donde, a través de situaciones y fábulas diferentes, nos retratan la sociedad y valores que tenemos. Pensando y refrigerando mi sobrecalentado cerebro, recordé el cuento de Hans Christian Andersen "Es la pura verdad", donde una plumilla se convierte en cinco gallinas. ¿A qué viene todo esto, que te estás embolando de una manera bestial, so pedazo de cacho de trozo? Primera colleja. Bueno, no ha dolido tanto. Leí ese cuento de pequeño, y no lo entendí en todo su esplendor hasta que, hace poco, lo extrapolé a las situaciones de la vida en las que nos encontramos cada día, ¡y aparece el gran movimiento! (Sin ironía). La plumilla que se soltó de la gallina ya ha comenzado a ser una gallina, una pobre gallina que se despluma por el amor no correspondido del gallo del corral, el cual soberbio mira por encima del ala, al saberse el más fuerte y el que más alto canta.
Continuando con el símil y con el pensamiento, veo que esta gallina rápidamente se convertirá en dos gallinas que se desplumen por amor incondicional, y luego vendrán otras más que al final acabarán atacando al gallo que las tiene locas de amor, descubriendo que el gallo sólo era una plumilla. Sólo una plumilla, una minúscula parte de algo mucho mayor que, por desgracia, no se puede cambiar con mostrarle lo desgraciados que somos y que no conviene atacar, ya que podemos perder toda la fuerza que poseemos demostrando todo lo que nos haríamos, sin comprender que a este gallo se le humillará actuando indiferente ante él, sin acudir a su canto cada mañana y dejar que sean los gallos los que demuestren que son los mejores.
Es una metáfora complicada de entender, espero que no se me gaste el casco de las collejas.
De todos modos, le estoy dando vueltas a algo que me ha contado alguien que se lo contó antes, que yo no creo del todo. No sé qué hacer... no sé si coger la gallina y cocerla para hacer caldo o comérmela en pepitoria.
Pero una cosa es segura... ¡es la pura verdad!

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