miércoles, agosto 24, 2011

Bulgaria, informe IV. Polvdiv y el descanso.

Vaya... han pasado ya muchos días sin que publicara nada; he estado un poco descolocado del blog, realmente, necesitaba tomarme ese tiempecillo tan requerido por todos. De todos modos, contaré todo lo contable y lo incontable.
Remontémonos dos semanas atrás, a un viernes de trabajo con los compañeros. Son ya las 6 de la tarde, estamos cuatro personas en un despacho, acabando de hacer cosillas del trabajo y matizando detalles de nuestras tareas más necesarias. Ya llega el momento de irse, hace calor y el día es perfecto, así que... ¿qué mejor modo de celebrarlo que con una cerveza en la mano? Dicho y hecho, cogemos el coche de uno de ellos y nos vamos a un parque de Sofía donde se desarrollan el 90% de las actividades sociales en la ciudad, debido a su extensión y cantidad de posibilidades. Para los versados, imaginad un parque urbano de extensión como el del Retiro pero mucho más poblado de árboles, senderos y lugares escondidos, así como terrazas, bares y lagos artificiales, combinados adecuadamente con zonas de juegos para niños y bancos a la sombra de los árboles. Estando en este paraje vamos a un bar-restaurante donde pedir refrigerios varios y algo de avituallamiento. Merendar a las 7 de la tarde cerdo y pollo frito, junto con unas patatas con queso no tiene desperdicio, menos aún remojado con cerveza natural, sin aditivos. Estando en éstas charlamos y nos reímos todos los presentes, llegando más amigos de mis compañeros de trabajo, todos ellos muy simpáticos y alegres, pero sin que nos los presentaran. Gente búlgara. Después de ver cómo nos anochecía a las orillas del lago, nuestros anfitriones decidieron que podríamos ir a un bar al aire libre del parque, "animado y con buena música"; bien, la llegar sólo se cumplió la mitad de las cosas: la música. No me quejo, el sitio era muy bueno y la música ambiente muy rockera, qué más puedo pedir... aparte de gente hablando en español. De todos modos, tampoco es algo que se eche mucho en falta ya que hay siempre gente dispuesta a hablar, aunque no le entiendas ni una palabra ni él a tí tampoco, pero el lenguaje de los gestos y la ayuda que daba el alcohol eran suficientes. Sí, se puso a hablar conmigo ese tipo de persona que podríamos decir tranquilamente que es un heavy de libro: estética heavy total, pelo largo, barbas largas (y algo desaliñadas, todo sea dicho) y con su cerveza en la mano. Cerveza al principio, porque cuando vio que yo tenía el licor nacional en mi poder, mastika, decidió pedirse otro para poder brindar conmigo; no me preguntéis por qué, pero le caí bien al hombre (menos de 30 no tenía seguro) y decidió que todo un chupito era demasiado para él, así que me dio medio. Y, aunque no os lo creáis, no me encontraba en estado poco apto, era muy consciente de lo que decía y hacía. Tanto, que a la hora de irnos, convencí del todo al chófer para que nos acercara a casa, con su correspondiente invitación a casa para hacerle comida española, y que la pruebe. Una buena noche, tampoco hay que estirar más las cosas.
Al día siguiente, ya planeado, fuimos a la segunda ciudad de Bulgaria, Plovdiv. El día comenzó duro, la verdad, ¡levantarse a las 6 y media de la mañana para coger el tren es muy cansado! Y después, dos horas y media en un algo desvencijado tren digno de los años 80, y con la música ambiente de un señor roncando sonora y plácidamente, parando en todos los pueblos que eran necesarios para recoger gente y dejar a otras, es decir, en TODOS los que pillamos en el camino. Pero bueno, una buena siesta reconforta cualquier cuerpo cansado y eso es lo que hice. Llegamos a las 11:30 a Plovdiv, ¡fin del trayecto y comienzo de la visita! Hay que decir algo antes de comenzar la visita, y es que no hay indicaciones para ir al centro, es totalmente una aventura ir a una cuidad en la que no entiendes el idioma, no hay indicaciones y la gente no habla ningún idioma de los que tú sabes, pero ¡esto es la Leonardo! Wellcome! Bien, no todo es malo, compramos como tentempié uno de los dulces típicos de Bulgaria, la banitsa, una masa de hojaldre rellena de queso; muy buena, ciertamente, y muy contundente, por menos de un euro. Con las pilas cargadas y el estómago lleno nos enfrentamos a la aventura, que no fue tanta porque con la primera avenida que cogimos llegamos a la oficina de turismo. Allí nos armamos de mapas y de información facilitada por una simpática señorita y emprendimos la visita de la "Old Town". No me entretendré con detalles secundarios ni en desaprovechar palabras sobre la ciudad, para ello me remito a las fotos que hice de la misma y, si aún no han sido vistas, compartiré alegremente con quien quiera verlas. Haciendo un símil con lo conocido, me recordó enormemente a Cáceres con sus calles empredadas y sus cuestas, así como la heterogeneidad de la zona antigua; los sitios marcados cada pocos pasos y explicados en carteles, montones de tiendas donde los dependientes se esforzaban para ofrecerte lo que quisieras y no lo supieras, los lugares para comer con unas vistas inmejorables y una cantidad ingente de lugares y rincones por ver. Bueno, una visita para recordar y repetir. La vuelta fue bastante más desagradable que la ida, la falta de ventilación del tren se hizo patente, acentuándose la continua presencia del sol calentando sobremanera nuestro rostro de un modo bastante incómodo; todo ello completado con más paradas aún que a la ida. No nos dio pena llegar al piso.
Al día siguiente teníamos pensado un viaje a una ciudad impronunciable por nosotros; y sabiamente (por dos veces) nos dijeron que no fuéramos, que en una hora no se podía visitar; leyendo más acerca de ella comparto la opinión. Pues nada, ¡plan B! Nos dimos un paseo por Sofía, vimos otros sitios que no habíamos contemplado y descansamos tranquilamente en casa, recuperando fuerzas. El fin de semana pasado fue del mismo modo recuperador de fuerzas; yo no sé a vosotros, pero a mí el levantarme todos los días a las 8:15, acostarme a las 12, e irme de viaje los fines de semana me agotó; así que decidimos emplear un fin de semana en descansar, con satisfactorio resultado.
Ya estamos a 24 de agosto, acabando el mes y a punto de comenzar uno nuevo, un nuevo mes que traerá nuevas aventuras y viajes que relataré conforme vayan sucediéndose.

domingo, agosto 14, 2011

Bulgaria, informe III. Montaña Vitosha y Monasterio de Rila.

¿Nunca habéis sentido que el tiempo que vivimos es cíclico, que las cosas se repiten tarde o temprano y que, irónicamente, siempre tienen las mismas caretas los actores? Puede que no, realmente, y esté diciendo aquí tonterías sin ton ni son haciéndoos perder el tiempo, pero a mí sí me ha pasado. Es por eso la doble entrada en el blog, o más bien, los dos destinos aglutinados. Porque en los dos hubo un patrón a seguir, un guión no escrito que me vi obligado a cumplir.

Comenzando por el principio, como debe ser, remontémonos al sábado 6 de agosto. Ahí, aprovechando la capacidad de movimiento que tenemos al no poseer coche ni otro medio de transporte privado, decidimos acercarnos a la montaña más alta de toda Bulgaria, la montaña Vitosha. 2290 metros de macizo rocoso volcánico, relativamente joven para una montaña y plagado de senderos para practicar senderismo o descenso en bicicleta. En verano, claro, en invierno es de obligado cumplimiento el ponerse los esquís y lanzarse colina abajo. Con este panorama y con el deseo inconbustible de tener una de las mejores vistas de Sofía (si no la mejor), partimos en busca de la estación correspondiente para subir en autobús a la montaña. Ahí comenzaron las aventuras.
Algo que hay que reconocer de los búlgaros es que son gente amable por norma general, y ése día lo comprobamos sobradamente. Tras tres horas de búsqueda infructuosa, preguntas en una mezcla de inglés, francés y búlgaro, coger tranvías (sin reparos digo que sentí un poco de miedo al ver la estación final de la línea 7) y autobuses sustitutivos de tranvías, carreras a una estación de autobuses fantasma y comprobar el estado anticuado de los autobuses, pudimos empezar el viaje de hora y media a la cima de la montaña. Aprovechando el traqueteo adormecedor y el silencio reinante del transporte (éramos 5 personas, contando al conductor), así como una mala noche, eché una cabezada que me sentó mejor de lo que creí. Y menos mal que cogí fuerzas, la verdad, porque al llegar a la cima de la montaña me sentí como Jack Nicholson en la película de "El resplandor", con ganas de matar a todo. Imaginaros la situación: rodeados de píceas (abetos), un hotel sacado de las películas de Paco Martínez Soria, solos completamente y sumergidos en la peor de las nieblas posibles. No era del todo malo, reconozcámoslo, el sitio era totalmente natural y de un embrujo hechizador que hacía olvidar todas las penurias pasadas. Estas penurias se pasaron más rápido todavía cuando fuimos a comer al restaurante del hotel (después de que una amable recepcionista, al preguntarle si podíamos comer allí, nos explicara en qué consiste un hotel) y sentimos que retrocedíamos en el tiempo cincuenta años, al menos; un sitio lleno de rusticidad y encanto pueblerino, encabezado por la camarera y acabando por la calidad insuperable de la comida. Nunca una sopa me supo tan buena como ésa. Ya con el estómago lleno y caliente, decidimos que era hora de irse de la montaña, entre otras cosas porque el autobús se iba; otra hora y media para echar otra leve cabezada y hacer el camino de vuelta anteriormente descrito, pero sin tantas vueltas y con... cómo decirlo suavemente... un individuo suministrándose su dosis de cristal, sin pudor, en medio del autobús.

El día siguiente fue menos movido, y más tranquilo, la verdad. Madrugando de nuevo, decidimos visitar el monasterio de Rila, un monasterio ortodoxo abierto al público en horario restringido y en un enclave inaccesible para las antiguas civilizaciones, flanqueado por las montañas y densos bosques de abetos. Los viajes en autobús, sobre todo los más largos, se hacen más llevaderos durmiendo, así que eso es lo que hice, no sin antes escuchar comentarios en español (sí!! españoles en nuestro mismo autobús para ir al monasterio!!) del estilo de "tengo 17.000 € en la cuenta, no me voy a enfadar porque me debas 50 €", provenientes de unos jóvenes que intentaban hacerse pasar por mochileros pero dejando ver la riqueza de sus padres. Demasiados confiados son estos españoles que se creen que por estar en otro país no les van a entender... En fin, dejemos de lado a estos nuevos ricos (yo sí me preocuparía si alguien me debe 50 €, la verdad) y centrémonos en el viaje. La llegada al monasterio fue inesperada, pasando un repecho ahí estaba, imponente, concordando con la naturaleza sin desentonar ni un ápice, acomplando sus colores a los paisajes que allí podíamos ver. Es imposible describirlo sólo con palabras, no tengo los conocimientos necesarios en prosa o verso para poder mostraros un pequeño rincón del mismo sin quedarme corto; es algo que hay que ver y vivir para comprenderlo. Allí estuvimos cerca de 3 horas, comimos allí y nos compramos el dulce de allí, una especie de rosquilla gigante con sabor a churros, delicioso. El camino de vuelta fue la cruz del viaje, sin dudarlo. Comenzó en cuanto me monté en el autobús, donde el conductor pretendía que le diera el importe íntegro del billete cuando yo no tenía cambio. Tres minutos después de intentar hacerle ver que sólo tenía un billete, de que me tomara por imbécil, de que una señora se metiera por medio, me diera el estúpido cambio y me acordara de su imagen un tiempo después, nos quedó por soportar tres horas de autobús de ruta recogiendo y dejando gente por todos los pueblos, villas y pedanías que pasaba. Agotador, realmente, pero mereció la pena el viaje.

El resto de la semana de trabajo se resume en que con los compañeros estoy de maravilla, cada vez mejor, ya nos hemos ido de cervecitas y son unos cachondos, además de muy serviciales. Les echaré de menos, realmente. Pero de todos modos, a seguir aprendiendo, conociendo y viajando, ya sea en autobús, tren, avión, con gente amable o desagradable; a seguir viviendo la Experiencia Leonardo.

miércoles, agosto 03, 2011

Bulgaria, informe II. Sofía(II)

El tiempo pasa, y según como sean las vivencias de cada persona, pasa más rápido o más lento, eso es en base la Teoría de la Relatividad de Einstein. Pues permítanme decirle a Don Alberto que su teoría falla, porque debo informar que llevo aquí una semana y no siento que el tiempo haya pasado rápido o lento, noto simplemente que me siento como si llevara aquí un mes. Y no precisamente aburrido ni plenamente ocioso; simplemente, viviendo.

Cumpliendo las horas para oficialmente llegar a la semana aquí, en el piso, veo que las cosas que anteriormente me resultaban extrañas y/o bastante cuestionables se convierten en mi rutina, en mi día a día y en mi formación como persona. Vale, recoger el agua de la ducha con una especie de mopa de baño no es que me haga ser mejor persona. Tal vez me hace crecer como persona el tener que recoger el agua, limpiar la ducha, mantener el orden de la misma y ver que es un trabajo fácil, sencillo y que lleva más tiempo del que dispongo por las mañanas, cuando aún dormido me meto bajo el agua. Se puede decir que es mi rutina, el día a día que me parece llevar ya (schon) desde hace meses, siendo sólo tres días, rutina que continúo en el trabajo, donde al llegar siempre saludo a un conserje diferente y debo explicarle en una mezcla de inglés (por mí) y búlgaro (por él) que trabajo allí. Me acabarán conociendo como el испански "ispanski" (vaya... un nuevo modo de presentarme al conserje de mañana, así no habrá dudas) hasta que aprenda algo más de búlgaro y sepa lo que me quieren decir cada vez que pongo cara de póquer, es decir, POKER FACE. Afortunadamente se me quita en cuanto llego al cuarto en el que trabajo. Llamarlo oficina sería mentir, realmente; el edificio en el que estoy me recuerda (nostálgicamente) a esos cuarteles antiguos a los que iba de visita cuando era pequeño, con las mismas escaleras y pasamanos de madera, sus puertas y olor característico. Las oficinas son, por suposición mía, antiguas habitaciones, sobre todo porque se encuentran numeradas como si furea un hotel. Allí tengo un equipo con el que trabajo del que no puedo tener queja: atentos, comprensivos y serios con su trabajo y el mío; la experiencia que he adquirido en tres días es igual a la de un año de carrera, eso me hace pensar que el sistema universitario español no es muy avanzado que digamos...

Un aspecto importante de mi vida es, para el que me conoce, la comida. Tema del que tampoco tengo quejas por ahora, sólo echo de menos algo de pescado, escaso y de poca calidad en la capital. Por lo demás, degustando platos típicos búlgaros como el Таратор "Tarator", шкембе чорба (ésa la buscáis) y, por supuesto, las ensaladas y el queso búlgaro, no teniendo nada que envidiarle a las ensaladas mediterráneas. También estoy descubriendo aquí mis capacidades culinarias e inventivas, comenzando por ingredientes sencillos pero que poco a poco iré incrementando en cantidades y dificultad hasta llegar a mi gran meta: hacerme unas lentejas con chorizo (si lo encuentro) o unos garbanzos (si los encuentro) con callos. Y algo de la cocina búlgara también aprenderé, para deleite y considerados estómagos españoles que prueben mi comida. Los italianos también la probarán, no me olvido de ninguno. Y el resto de extranjeros... también, todo el que quiera probar lo que cocine (por su cuenta y riesgo) será bienvenido. Pero para ello debo llegar antes a mi piso, el lugar en el que escribo estas líneas y que el primer día que entré extrañé en demasía y creía que no llegaría a entenderlo del todo. Todo se explica cuando, después de viajar en un trolebús digno competidor en edad con mi querido abuelo, llego a un portal de tal guisa:
Sí, este es mi portal, por dentro y por fuera. No es tan malo como parece, se le acaba cogiendo cariño al cabo de los días.

Pero no me quejo, es mi casa ahora, es mi lugar de recogimiento y, aunque me despierten los rayos del son cada mañana perforando mis párpados vilmente una hora antes de mi despertar verdadero, la acepto como es. Es en ella donde debo digerir las noticias que me van dando en el trabajo, como la posibilidad de exponer mis investigaciones en un congreso científico (http://www.cim.bg/index.php/en/view/international-conference-wetlands/), publicar las investigaciones que haga en estos tres meses que esté aquí, conocer a gente de todo el mundo, la información para congresos a nivel mundial y demás cosas que iré desvelando conforme vaya averiguando.

Como primera semana no está mal, ¿no?