viernes, noviembre 04, 2011

Omega y Alfa.

Hoy se ha acabado una relación de más de dos años y medio. Hoy es un día que recordaré toda mi vida, ya que la vida me ha enseñado muchas cosas y también me ha dado muchas sensaciones contrarias: alegrías y penas, risas y llantos, dolores de cabeza y dolores de corazón. Hoy he terminado con mi gran relación a distancia.

Omega.

Hoy he empezado una nueva relación en mi vida. Tengo que aprender a convivir con ella, a ser un hombre de verdad, hecho y derecho. Espero que esta nueva etapa en mi vida me traiga todas las sensaciones que una persona pueda tener, ya sean buenas o malas; no me importa porque es ahora cuando las quiero vivir.

Alfa.

Realmente, la frase bíblica es "Yo soy el Alfa y el Omega". Yo no soy nadie, no soy nada más que una pieza dentro de una maquinaria inmensa, por lo que no puedo considerarme ni el inicio ni el fin de nada. Tampoco soy una persona que marque diferencias en la vida, no tengo atributos físicos más altos que nadie ni soy capaz de batir marcas mundiales al límite de la capacidad humana; no tengo una inteligencia tampoco más allá de lo que la media posee, no soy capaz de desarrollar superteorías ni inventos maravillosos que nos mejoren la calidad de vida. No soy nada más allá que un humano normal. Pero sí sé que tengo condiciones que mucha gente no tiene, también sé que poseo capacidades que muchos desearían para ellos y la suficiente inteligencia para saber no alardear de ellas, ya que perdería todas y cada una de ellas. Estas capacidades son las que me permiten afrontar esta Omega y Alfa. Sí, fin y principio; fin de una relación a distancia, inicio de una relación diaria. Lo realmente importante es que es con la misma persona, con quien decidí compartir mi vida hace ya tiempo. Es con quien me encuentro más cómodo, con quien quiero compartir experiencias de vida que recojan todas las vivencias que tenga, con quien quiero aprender a vivir.

Ilaria, decidiste comenzar conmigo algo que se consideraba imposible por muchos, de locura por más, y de algo muy grande e importante por sólo dos personas. Aquí están las consecuencias de todo ello, de nuestras vivencias y experiencias, de nuestra paciencia. Ya estamos juntos; acabó la cuenta atrás. Ahora comienza la otra cuenta atrás. Comienza otro Alfa, con su Omega oteando en el horizonte, aún sin saber qué obstáculos nos encontraremos en el camino.

Lucharemos juntos, lo sé. Yo tengo la fuerza para movernos y romper todos los muros, tú tienes la destreza para sortearlos y esquivar todos los ataques. Unidos, no hay montaña que no podamos derribar: por muy blanca que sea, por mucha mitología que encierre o por muchas guerras que haya visto, siempre saltaremos más alto que cualquiera.


viernes, octubre 14, 2011

El fin del camino

Y aquí estoy.... más de un mes después, vuelvo a retomar la escritura. ¿Y por qué no antes? Bueno, son diversas razones. La primera y principal de ellas es que me quedé sin tiempo ni espacio para escribir. La segunda es que, pensando, decidí que sería mejor hacer una crónica de lo que he estado viviendo, no utilizar las entradas como un diario (o semanario) en el que relatar todas las vivencias detalladamente, porque realmente ha sido imposible pararse en cada una de ellas para contarlas, analizarlas y poder mostrar toda las sensaciones y sentimientos que me han despertado, generado o destruido.

Antes de venir a Sofia (Sofiya, fonéticamente escrito desde el cirílico) sentía que un nuevo camino se abría ante mí, una nueva puerta que me llevaba a vivir nuevas experiencias y vivencias que jamás antes había tenido. Con las prisas de los preparativos, olvidé incorporar a mi archivística musical un álbum, una serie de canciones que representan un viaje espiritual y, en mi caso personal, físico y espiritual también.  Ahora, y gracias a la gentileza de cierta página de visionado de vídeos lo estoy disfrutando, escribiendo a su son y focalizando mi mente en la pantalla y teclados del laptop. Esta entrada se llama así por la última canción del disco, "el fin del camino", la cual refleja la angustia del protagonista al llegar al final del Gran Camino y su indecisión ante el futuro que se le presenta. No, no es mi situación, por supuesto; pero en cierto modo... me siento identificado. Después de una pequeña porción de tiempo en la que he sentido que se ha condensado la esencia de la vida, siento que estoy al final del camino, que algo dentro de mí pasará al siguiente nivel, dejando paso a la avalancha que viene detrás. La experiencia Leonardo toca a su fin, y eso implica aceptar que hay cosas en mi vida que jamás volverán, que mi cara está marcada a fuego con la vida (sobre todo mi mirada) y que el tiempo irremesiblemente pasará, arrastrará todo lo que no sea capaz de agarrar con fuerza y borrará todo aquello que desee eliminar, absolutamente todo.

Ya me encuentro en los últimos pasos, mis articulaciones chirrían,  mis tendones chasquean y mis músculos vibran sobreestresados por el esfuerzo final al que les somete el cerebro, obligándoles a avanzar más allá, a la meta, al final del camino. Pero aun avanzando, logro distraerme un momento y echar la vista atrás, un segundo, lo justo para ver todo lo que he logrado y he perdido. Ahora, al mirar, me parece increíble todo lo que he logrado: he logrado mantener largas conversaciones en inglés, he logrado aprender lo básico de otro idioma totalmente diferente a todo lo que yo conocía, he logrado demostrarme que puedo trabajar en condiciones extremas, he logrado sobrevivir a una dura experiencia; y, lo más importante, he logrado crecer como persona, madurar y ser un hombre. Aquí menciono otros apartados como las personas conocidas y (desearía) futuras amistades, ya sean de mi edad o más mayores, todos ellos me han enseñado cosas que no sabía y me han recordado cosas que ya sabía; pericia y perspicacia ante las vicisitudes de la vida; decisión y determinación ante las tribulaciones que me han rondado muchas noches y días; y demás destrezas que me permitirán, en un futuro, gestionar mi vida mejor de lo que yo creía que podría hacer. Pero veo muchas cosas perdidas, cosas que no recuperaré: la característica inocencia y bondad que me causaron dolores de cabeza, el respeto ante lo desconocido, la prudencia de medir todas las palabras antes de decirlas para no ser contrario a otras opiniones y, por encima de todas ellas, la dependencia que sentía ante ciertos sentimientos y actitudes ante la vida. Son sólo un compendio de cosas las que aquí he puesto, habrá otras más que no recuerdo ahora mismo.

Vuelvo la vista hacia delante de nuevo, pero al hacerlo veo algo que antes no había: la mochila de la experiencia con libros nuevos, libros que en su lomo reflejan mi nombre, en la tapa delantera un compendio de los lugares que he visitado y en la parte trasera un breve resumen de lo que contienen junto a una foto mía, en pose pensativa y mesándome la exigua perilla que me caracteriza. Sé lo que contienen, los he escrito yo con ayuda, ya sea directa o indirecta, de los que me han rodeado. En ellos no hay logros ni pérdidas, no encontraré nada que sea digno de guardarse o tirarse; en ellos sólo tengo todo lo que he vivido y aprendido. El aprender a vivir con otras personas diferentes a las que he conocido en toda mi vida, el convivir con estereotipos de personas que ya conocía pero con las que no había compartido estrechamente mi vida y lo que significa estar día a día con ellas. Los pros y los contras, las esencias ying y yang, las altas y las bajas. También está el aprendizaje de tener que trabajar con gente con la que no puedas comunicarte fluidamente (o comunicarte), los obstáculos que conlleva y las interminables explicaciones que difieren. Y, por supuesto, el aprendizaje de ser un elemento más, una roca en el río de la vida, un árbol más del bosque humano. No es una mochila pesada, pero sí grande, parece no tener límite cuando se mira dentro de ella.

Pero debo volver a mirar hacia atrás, hay algo que he pasado por alto; un reguero carmesí que comienza en el inicio de este camino pero no llega al final, no veo de dónde proviene pero sospecho lo que es. Es la tinta de la vida, con la que escribo cada una de las líneas de los libros del aprendizaje que guardo en la mochila de la experiencia. Ahora comprendo todo. No miro hacia atrás, no debo mirar porque si no perderé el ritmo y caeré al suelo, llorando y encogido de dolor. Sigo mirando hacia delante, con una sonrisa en la mirada y la risa en los labios, feliz de seguir mi camino. Puedo ver la meta, la tengo al alcance de la mano y pienso saborearla como pocas cosas he saboreado en la vida. Será entonces cuando mire hacia atrás, aunque sé de sobra lo que me encontraré: una sensual mujer con una piel dorada, con un vaporoso vestido negro que se ciñe a su feminidad empujado por el viento al frente de un pequeño grupo de personas, cuatro para ser exactos. Sus brazos se extienden siempre hacia mí, regalándome su abrazo y el calor que he sentido durante este tiempo. Veré que en su mano derecha tiene algo que no desentona con su belleza, un fragmento incorpóreo que brilla con la luz de una estrella, luz que comunica directamente con mi pecho, formando a mis pies el reguero carmesí. Finalmente me la robaste, posees la sabiduría necesaria para ello, ya se percataron de ello los antiguos pueblos griegos.

Gracias por estos tres meses a todos: Verónica, Elitsa, Stoyan, Mladen, Mitko, Àngel, Anna, Tiago, Sara, Felis, Miguel, Paula, Cheila y Boryana. Gracias también a vosotros: Ilaria, Lorena, Antonio, Zoraima, Maite, Alfonso. Todos me habéis enseñado un poco, he aprendido de vosotros y me habéis dado y quitado cosas. Y gracias a tí también, Sofía; tú eres la que más me ha dado, más me ha quitado y de la que más he aprendido. Volveré a verte, espero que para entonces pueda seguir mirándote con el respeto y confianza que ahora lo hago; y desearía que no tengas que devolverme aquello que, un 26 de Julio de 2011, agarraste con fuerza y no soltaste, dejando una parte de mí aquí.

Hasta que volvamos a vernos, cuídate y sigue madurando, como yo seguiré haciendo.

sábado, septiembre 03, 2011

Italia, informe V. Roma y Umbría.

(Pido perdón por la extensión de la entrada, lo digo ya de antemano)
Buf... hace tiempo que no digo nada, ¿verdad? Bueno... tenía que recopilar datos de mis andanzas durante este tiempo, recuperar ciertas condiciones físicas y adecentar un poco mi presencia personal y laboral, no puedo ir hecho un mindundi por la vida. Y, sobre todo, acostumbrarme de nuevo a Sofía. Sí, vale, sólo he estado fuera cuatro días, pero... estos cuatro días me han mostrado más mundo que una semana búlgara, y eso se nota.

La aventura comienza el 25 de agosto, a las 5 de la mañana en un céntrico piso de la capital de la República Búlgara; sí, cuando aún no están puestas las calles y los últimos rezagados vuelven a sus respectivos nidos, un viaje comenzaba a forjarse. Y el miedo de que no hubiera transporte público, a pesar de las informaciones que tenía de diferentes sitios web. Mis miedos desaparecieron en cuanto escuché el primer tintineo de los tranvías, funcionando a 50 metros del piso y resonando atronadoramente en el silencio de la ciudad dormida, como mi compañera de piso. En silencio, no roncando. Con el sonido de mis pasos y las tenues voces en el transporte público, y el nauseabundo olor de algo que una señora se desayunaba detrás mía (tenía demasiado sueño como para cambiarme de asiento) llegué al aeropuerto de Sofía, a su desierta Terminal 2. Bien, estoy a tiempo, una hora antes de que salga el vuelo y ya tengo en mi poder el billete de avión. Controles aparte, segundos desayunos en el avión y cacheos exhaustivos de agentes de seguridad (a punto estuve de soltarle un improperio, pero no quería meterme en líos) llego a Roma a las 7:30 de la mañana, con tiempo de sobra hasta las 9 que cogí el autobús hasta el centro para encontrarme con el motivo de mi visita, esa mujer que hace que una insignificante vida sea lo más maravilloso del mundo. Después de dar vueltas por las terminales, ser trolleado con el cambio del billete (me levanté demasiado pronto... pero no me excusa) y un paseo por la periferia y casco moderno romano, llego a mi destino, y ahí comienza todo. Reencuentros, abrazos, miradas, gestos, palabras guardadas en el fondo del corazón y ese brillo volvieron a vivir en mí. Y con este comienzo... qué puedo contar de Roma, la Città Eterna. Es sobrecogedor y auténticamente increíble la Historia de la Humanidad, la cantidad de Poder que atesoraron los antiguos gobernantes y hombres influyentes del pasado para que, dos mil años después, miles y millones de personas contemplen las obrass que se encierran allí, la genialidad a raíz de roca y piedra, la fuerza de una mirada eterna encerrada en unos ojos de piedra, la ingeniería e ingenio dedicada a los dioses y el orgullo de una ciudad por su historia, sus monumentos y su vida. Un espectáculo que no puedo describir con palabras, y que ensucian la viveza que allí sentí. Viveza... y calor, acostumbrado a un verano templado el shock de diez grados más de temperatura acentuó mi capacidad de beber agua hasta donde no creía que tenía.

Roma el primer día no está mal, no señor. La llegada a nuestro lugar de descanso fue, ante todo, entretenida: perder un tren por 10 segundos, coger otro donde tenemos por colega de viaje a un eslovaco que sólo habla alemán, intentar una traducción alemán-español-italiano con el consiguiente enfado del revisor y el viajante, llegada a la típica casa junto a un lago glacial y, finalmente, ser ladrado y saludado efusivamente. Estamos en la región de la Umbría italiana, en Castiglione del Lago. Un lugar para vivir, inmerso en la naturaleza y en la pasmosa tranquilidad del lago Trasimeno, cargado de historia. Todo ello custodiado por el castillo-fortaleza del pueblo, un castillo digno de aventuras medievales. Viernes 26, visita a Castiglione y al lago, por supuesto. Visita... ¡en bici! Después de años sin coger una bici, el primo de Ilaria me dejó una y nos fuimos los dos de paseo por la ribera del lago. Si os digo que nunca disfruté tanto un paseo en bici... es que no recuerdo realmente otro mejor, la majestuosidad del paisaje, la puesta de sol entre las montañas y el lago, disfrutar del olor de puerto de agua dulce abrazando al sol y romper un freno a la vuelta hacen que sea uno de los mejores paseos en bici que recuerde, realmente. Esa noche volvimos al lago, con un aura mágica por la noche que nos envolvió acogedoramente mientras compartíamos secretos a la luz de las estrellas. (Que romántico... si no os gusta no lo leáis.) Al día siguiente tocaba visitar la capital de la región, Perugia, otra ciudad cargada de historia y desconocida por mí, de la que quedé impresionado; otra visita apuntada para hacer. Ésta fue el 27, penúltimo día y última noche en la zona Euro.

La vuelta a Sofía no fue divertida, fue calurosa y un poco triste. Hay que reconocerlo, después de cuatro días estupendos no apetece volver donde no tienes amigos ni familia, falta tu pareja y no entiendes a nadie hablando ni lo que lees en los carteles. Pero bueno, hay que decirlo todo, hay que echarle un par de huevos a la ensalada y comértela, que para eso la he pedido y me la he preparado yo. La vuelta fue caótica, realmente: mostrador cerrado para obtener billete, puerta de embarque en el quinto pino, diez minutos para corroborar mi compra de vuelo, y montarme en el autobús que me llevaba al avión completamente SOLO. Me sentí peor que Forever Alone... Extreme forever alone. Al menos en el vuelo no iba solo, ¡menos mal! Bueno, después de merendar alegremente y echar una mini-siesta, llegué a Sofía again, a coger el autobús que me llevara a casa. Cuando me bajé del mismo, y viendo que la tarde no era calurosa, decidí volver andando; un trayectillo de veinte minutos aderezado con acondicionamiento de oído y vista al búlgaro, respirar el aire sofiota (o sofiense) y comerme una porción de pizza que, no exagero, tenía dos dedos de grosor, más grande que mi mano y me costó cosa de 1'50 €.

El próximo viaje al extranjero no se me plantea desde luego con tanta agitación ni divertimento, pero relataré mis experiencias tal y como las viva, como hago siempre. Veremos a dónde es... no sé si me enfrentaré al Sur, Norte u Oeste. Al Este... me coge lejos. Mar Negro... te tengo en el punto de mira para futuras incursiones.

miércoles, agosto 24, 2011

Bulgaria, informe IV. Polvdiv y el descanso.

Vaya... han pasado ya muchos días sin que publicara nada; he estado un poco descolocado del blog, realmente, necesitaba tomarme ese tiempecillo tan requerido por todos. De todos modos, contaré todo lo contable y lo incontable.
Remontémonos dos semanas atrás, a un viernes de trabajo con los compañeros. Son ya las 6 de la tarde, estamos cuatro personas en un despacho, acabando de hacer cosillas del trabajo y matizando detalles de nuestras tareas más necesarias. Ya llega el momento de irse, hace calor y el día es perfecto, así que... ¿qué mejor modo de celebrarlo que con una cerveza en la mano? Dicho y hecho, cogemos el coche de uno de ellos y nos vamos a un parque de Sofía donde se desarrollan el 90% de las actividades sociales en la ciudad, debido a su extensión y cantidad de posibilidades. Para los versados, imaginad un parque urbano de extensión como el del Retiro pero mucho más poblado de árboles, senderos y lugares escondidos, así como terrazas, bares y lagos artificiales, combinados adecuadamente con zonas de juegos para niños y bancos a la sombra de los árboles. Estando en este paraje vamos a un bar-restaurante donde pedir refrigerios varios y algo de avituallamiento. Merendar a las 7 de la tarde cerdo y pollo frito, junto con unas patatas con queso no tiene desperdicio, menos aún remojado con cerveza natural, sin aditivos. Estando en éstas charlamos y nos reímos todos los presentes, llegando más amigos de mis compañeros de trabajo, todos ellos muy simpáticos y alegres, pero sin que nos los presentaran. Gente búlgara. Después de ver cómo nos anochecía a las orillas del lago, nuestros anfitriones decidieron que podríamos ir a un bar al aire libre del parque, "animado y con buena música"; bien, la llegar sólo se cumplió la mitad de las cosas: la música. No me quejo, el sitio era muy bueno y la música ambiente muy rockera, qué más puedo pedir... aparte de gente hablando en español. De todos modos, tampoco es algo que se eche mucho en falta ya que hay siempre gente dispuesta a hablar, aunque no le entiendas ni una palabra ni él a tí tampoco, pero el lenguaje de los gestos y la ayuda que daba el alcohol eran suficientes. Sí, se puso a hablar conmigo ese tipo de persona que podríamos decir tranquilamente que es un heavy de libro: estética heavy total, pelo largo, barbas largas (y algo desaliñadas, todo sea dicho) y con su cerveza en la mano. Cerveza al principio, porque cuando vio que yo tenía el licor nacional en mi poder, mastika, decidió pedirse otro para poder brindar conmigo; no me preguntéis por qué, pero le caí bien al hombre (menos de 30 no tenía seguro) y decidió que todo un chupito era demasiado para él, así que me dio medio. Y, aunque no os lo creáis, no me encontraba en estado poco apto, era muy consciente de lo que decía y hacía. Tanto, que a la hora de irnos, convencí del todo al chófer para que nos acercara a casa, con su correspondiente invitación a casa para hacerle comida española, y que la pruebe. Una buena noche, tampoco hay que estirar más las cosas.
Al día siguiente, ya planeado, fuimos a la segunda ciudad de Bulgaria, Plovdiv. El día comenzó duro, la verdad, ¡levantarse a las 6 y media de la mañana para coger el tren es muy cansado! Y después, dos horas y media en un algo desvencijado tren digno de los años 80, y con la música ambiente de un señor roncando sonora y plácidamente, parando en todos los pueblos que eran necesarios para recoger gente y dejar a otras, es decir, en TODOS los que pillamos en el camino. Pero bueno, una buena siesta reconforta cualquier cuerpo cansado y eso es lo que hice. Llegamos a las 11:30 a Plovdiv, ¡fin del trayecto y comienzo de la visita! Hay que decir algo antes de comenzar la visita, y es que no hay indicaciones para ir al centro, es totalmente una aventura ir a una cuidad en la que no entiendes el idioma, no hay indicaciones y la gente no habla ningún idioma de los que tú sabes, pero ¡esto es la Leonardo! Wellcome! Bien, no todo es malo, compramos como tentempié uno de los dulces típicos de Bulgaria, la banitsa, una masa de hojaldre rellena de queso; muy buena, ciertamente, y muy contundente, por menos de un euro. Con las pilas cargadas y el estómago lleno nos enfrentamos a la aventura, que no fue tanta porque con la primera avenida que cogimos llegamos a la oficina de turismo. Allí nos armamos de mapas y de información facilitada por una simpática señorita y emprendimos la visita de la "Old Town". No me entretendré con detalles secundarios ni en desaprovechar palabras sobre la ciudad, para ello me remito a las fotos que hice de la misma y, si aún no han sido vistas, compartiré alegremente con quien quiera verlas. Haciendo un símil con lo conocido, me recordó enormemente a Cáceres con sus calles empredadas y sus cuestas, así como la heterogeneidad de la zona antigua; los sitios marcados cada pocos pasos y explicados en carteles, montones de tiendas donde los dependientes se esforzaban para ofrecerte lo que quisieras y no lo supieras, los lugares para comer con unas vistas inmejorables y una cantidad ingente de lugares y rincones por ver. Bueno, una visita para recordar y repetir. La vuelta fue bastante más desagradable que la ida, la falta de ventilación del tren se hizo patente, acentuándose la continua presencia del sol calentando sobremanera nuestro rostro de un modo bastante incómodo; todo ello completado con más paradas aún que a la ida. No nos dio pena llegar al piso.
Al día siguiente teníamos pensado un viaje a una ciudad impronunciable por nosotros; y sabiamente (por dos veces) nos dijeron que no fuéramos, que en una hora no se podía visitar; leyendo más acerca de ella comparto la opinión. Pues nada, ¡plan B! Nos dimos un paseo por Sofía, vimos otros sitios que no habíamos contemplado y descansamos tranquilamente en casa, recuperando fuerzas. El fin de semana pasado fue del mismo modo recuperador de fuerzas; yo no sé a vosotros, pero a mí el levantarme todos los días a las 8:15, acostarme a las 12, e irme de viaje los fines de semana me agotó; así que decidimos emplear un fin de semana en descansar, con satisfactorio resultado.
Ya estamos a 24 de agosto, acabando el mes y a punto de comenzar uno nuevo, un nuevo mes que traerá nuevas aventuras y viajes que relataré conforme vayan sucediéndose.

domingo, agosto 14, 2011

Bulgaria, informe III. Montaña Vitosha y Monasterio de Rila.

¿Nunca habéis sentido que el tiempo que vivimos es cíclico, que las cosas se repiten tarde o temprano y que, irónicamente, siempre tienen las mismas caretas los actores? Puede que no, realmente, y esté diciendo aquí tonterías sin ton ni son haciéndoos perder el tiempo, pero a mí sí me ha pasado. Es por eso la doble entrada en el blog, o más bien, los dos destinos aglutinados. Porque en los dos hubo un patrón a seguir, un guión no escrito que me vi obligado a cumplir.

Comenzando por el principio, como debe ser, remontémonos al sábado 6 de agosto. Ahí, aprovechando la capacidad de movimiento que tenemos al no poseer coche ni otro medio de transporte privado, decidimos acercarnos a la montaña más alta de toda Bulgaria, la montaña Vitosha. 2290 metros de macizo rocoso volcánico, relativamente joven para una montaña y plagado de senderos para practicar senderismo o descenso en bicicleta. En verano, claro, en invierno es de obligado cumplimiento el ponerse los esquís y lanzarse colina abajo. Con este panorama y con el deseo inconbustible de tener una de las mejores vistas de Sofía (si no la mejor), partimos en busca de la estación correspondiente para subir en autobús a la montaña. Ahí comenzaron las aventuras.
Algo que hay que reconocer de los búlgaros es que son gente amable por norma general, y ése día lo comprobamos sobradamente. Tras tres horas de búsqueda infructuosa, preguntas en una mezcla de inglés, francés y búlgaro, coger tranvías (sin reparos digo que sentí un poco de miedo al ver la estación final de la línea 7) y autobuses sustitutivos de tranvías, carreras a una estación de autobuses fantasma y comprobar el estado anticuado de los autobuses, pudimos empezar el viaje de hora y media a la cima de la montaña. Aprovechando el traqueteo adormecedor y el silencio reinante del transporte (éramos 5 personas, contando al conductor), así como una mala noche, eché una cabezada que me sentó mejor de lo que creí. Y menos mal que cogí fuerzas, la verdad, porque al llegar a la cima de la montaña me sentí como Jack Nicholson en la película de "El resplandor", con ganas de matar a todo. Imaginaros la situación: rodeados de píceas (abetos), un hotel sacado de las películas de Paco Martínez Soria, solos completamente y sumergidos en la peor de las nieblas posibles. No era del todo malo, reconozcámoslo, el sitio era totalmente natural y de un embrujo hechizador que hacía olvidar todas las penurias pasadas. Estas penurias se pasaron más rápido todavía cuando fuimos a comer al restaurante del hotel (después de que una amable recepcionista, al preguntarle si podíamos comer allí, nos explicara en qué consiste un hotel) y sentimos que retrocedíamos en el tiempo cincuenta años, al menos; un sitio lleno de rusticidad y encanto pueblerino, encabezado por la camarera y acabando por la calidad insuperable de la comida. Nunca una sopa me supo tan buena como ésa. Ya con el estómago lleno y caliente, decidimos que era hora de irse de la montaña, entre otras cosas porque el autobús se iba; otra hora y media para echar otra leve cabezada y hacer el camino de vuelta anteriormente descrito, pero sin tantas vueltas y con... cómo decirlo suavemente... un individuo suministrándose su dosis de cristal, sin pudor, en medio del autobús.

El día siguiente fue menos movido, y más tranquilo, la verdad. Madrugando de nuevo, decidimos visitar el monasterio de Rila, un monasterio ortodoxo abierto al público en horario restringido y en un enclave inaccesible para las antiguas civilizaciones, flanqueado por las montañas y densos bosques de abetos. Los viajes en autobús, sobre todo los más largos, se hacen más llevaderos durmiendo, así que eso es lo que hice, no sin antes escuchar comentarios en español (sí!! españoles en nuestro mismo autobús para ir al monasterio!!) del estilo de "tengo 17.000 € en la cuenta, no me voy a enfadar porque me debas 50 €", provenientes de unos jóvenes que intentaban hacerse pasar por mochileros pero dejando ver la riqueza de sus padres. Demasiados confiados son estos españoles que se creen que por estar en otro país no les van a entender... En fin, dejemos de lado a estos nuevos ricos (yo sí me preocuparía si alguien me debe 50 €, la verdad) y centrémonos en el viaje. La llegada al monasterio fue inesperada, pasando un repecho ahí estaba, imponente, concordando con la naturaleza sin desentonar ni un ápice, acomplando sus colores a los paisajes que allí podíamos ver. Es imposible describirlo sólo con palabras, no tengo los conocimientos necesarios en prosa o verso para poder mostraros un pequeño rincón del mismo sin quedarme corto; es algo que hay que ver y vivir para comprenderlo. Allí estuvimos cerca de 3 horas, comimos allí y nos compramos el dulce de allí, una especie de rosquilla gigante con sabor a churros, delicioso. El camino de vuelta fue la cruz del viaje, sin dudarlo. Comenzó en cuanto me monté en el autobús, donde el conductor pretendía que le diera el importe íntegro del billete cuando yo no tenía cambio. Tres minutos después de intentar hacerle ver que sólo tenía un billete, de que me tomara por imbécil, de que una señora se metiera por medio, me diera el estúpido cambio y me acordara de su imagen un tiempo después, nos quedó por soportar tres horas de autobús de ruta recogiendo y dejando gente por todos los pueblos, villas y pedanías que pasaba. Agotador, realmente, pero mereció la pena el viaje.

El resto de la semana de trabajo se resume en que con los compañeros estoy de maravilla, cada vez mejor, ya nos hemos ido de cervecitas y son unos cachondos, además de muy serviciales. Les echaré de menos, realmente. Pero de todos modos, a seguir aprendiendo, conociendo y viajando, ya sea en autobús, tren, avión, con gente amable o desagradable; a seguir viviendo la Experiencia Leonardo.

miércoles, agosto 03, 2011

Bulgaria, informe II. Sofía(II)

El tiempo pasa, y según como sean las vivencias de cada persona, pasa más rápido o más lento, eso es en base la Teoría de la Relatividad de Einstein. Pues permítanme decirle a Don Alberto que su teoría falla, porque debo informar que llevo aquí una semana y no siento que el tiempo haya pasado rápido o lento, noto simplemente que me siento como si llevara aquí un mes. Y no precisamente aburrido ni plenamente ocioso; simplemente, viviendo.

Cumpliendo las horas para oficialmente llegar a la semana aquí, en el piso, veo que las cosas que anteriormente me resultaban extrañas y/o bastante cuestionables se convierten en mi rutina, en mi día a día y en mi formación como persona. Vale, recoger el agua de la ducha con una especie de mopa de baño no es que me haga ser mejor persona. Tal vez me hace crecer como persona el tener que recoger el agua, limpiar la ducha, mantener el orden de la misma y ver que es un trabajo fácil, sencillo y que lleva más tiempo del que dispongo por las mañanas, cuando aún dormido me meto bajo el agua. Se puede decir que es mi rutina, el día a día que me parece llevar ya (schon) desde hace meses, siendo sólo tres días, rutina que continúo en el trabajo, donde al llegar siempre saludo a un conserje diferente y debo explicarle en una mezcla de inglés (por mí) y búlgaro (por él) que trabajo allí. Me acabarán conociendo como el испански "ispanski" (vaya... un nuevo modo de presentarme al conserje de mañana, así no habrá dudas) hasta que aprenda algo más de búlgaro y sepa lo que me quieren decir cada vez que pongo cara de póquer, es decir, POKER FACE. Afortunadamente se me quita en cuanto llego al cuarto en el que trabajo. Llamarlo oficina sería mentir, realmente; el edificio en el que estoy me recuerda (nostálgicamente) a esos cuarteles antiguos a los que iba de visita cuando era pequeño, con las mismas escaleras y pasamanos de madera, sus puertas y olor característico. Las oficinas son, por suposición mía, antiguas habitaciones, sobre todo porque se encuentran numeradas como si furea un hotel. Allí tengo un equipo con el que trabajo del que no puedo tener queja: atentos, comprensivos y serios con su trabajo y el mío; la experiencia que he adquirido en tres días es igual a la de un año de carrera, eso me hace pensar que el sistema universitario español no es muy avanzado que digamos...

Un aspecto importante de mi vida es, para el que me conoce, la comida. Tema del que tampoco tengo quejas por ahora, sólo echo de menos algo de pescado, escaso y de poca calidad en la capital. Por lo demás, degustando platos típicos búlgaros como el Таратор "Tarator", шкембе чорба (ésa la buscáis) y, por supuesto, las ensaladas y el queso búlgaro, no teniendo nada que envidiarle a las ensaladas mediterráneas. También estoy descubriendo aquí mis capacidades culinarias e inventivas, comenzando por ingredientes sencillos pero que poco a poco iré incrementando en cantidades y dificultad hasta llegar a mi gran meta: hacerme unas lentejas con chorizo (si lo encuentro) o unos garbanzos (si los encuentro) con callos. Y algo de la cocina búlgara también aprenderé, para deleite y considerados estómagos españoles que prueben mi comida. Los italianos también la probarán, no me olvido de ninguno. Y el resto de extranjeros... también, todo el que quiera probar lo que cocine (por su cuenta y riesgo) será bienvenido. Pero para ello debo llegar antes a mi piso, el lugar en el que escribo estas líneas y que el primer día que entré extrañé en demasía y creía que no llegaría a entenderlo del todo. Todo se explica cuando, después de viajar en un trolebús digno competidor en edad con mi querido abuelo, llego a un portal de tal guisa:
Sí, este es mi portal, por dentro y por fuera. No es tan malo como parece, se le acaba cogiendo cariño al cabo de los días.

Pero no me quejo, es mi casa ahora, es mi lugar de recogimiento y, aunque me despierten los rayos del son cada mañana perforando mis párpados vilmente una hora antes de mi despertar verdadero, la acepto como es. Es en ella donde debo digerir las noticias que me van dando en el trabajo, como la posibilidad de exponer mis investigaciones en un congreso científico (http://www.cim.bg/index.php/en/view/international-conference-wetlands/), publicar las investigaciones que haga en estos tres meses que esté aquí, conocer a gente de todo el mundo, la información para congresos a nivel mundial y demás cosas que iré desvelando conforme vaya averiguando.

Como primera semana no está mal, ¿no?

viernes, julio 29, 2011

Bulgaria, informe I. Sofía(I)

Todo viaje tiene un comienzo, y éste no va a ser menos. Digamos que comenzó verdaderamente el 26 de Julio de 2011, a las 21:00 en el aeropuerto de Málaga, momento casi exacto en el que un avión despegaba con un pasajero en su interior diferente al resto: un españolito de a pie que no había estado fuera de su país más de una semana y que, por circunstancias del destino, emprendía un viaje de 12 semanas a Sofía, la capital de Bulgaria. Más lejos de lo que jamás había viajado, realmente.

Ya en el avión comenzaron a confirmarse teorías que yo había leído anteriormente y que no se pueden corroborar si no se está en la situación: los búlgaros son gente amable. Una señora muy amable, búlgara, cuando me encontraba despierto y no intentando dar una imposible cabezada, hablaba con mi futura compañera de piso y conmigo en una mezcla de búlgaro y español, riéndose y quejándose al mismo tiempo de que tenía frío. Ya propiamente en la frontera búlgara, una policía me deseó "good evening" después de ver la cara de dormido que debía tener, es decir, lamentable. En el aeropuerto nos recogió una de las tutoras, Luba, que casualmente iba a recoger a otra chica que, ¡casualidades de la vida!, era su propia hija que volvía de Erasmus de Madrid. En el camino al piso, en el coche particular de Luba, ella misma nos explicó todos los sitios por los que íbamos, sin importar que fueran las 2 de la mañana ni que estuviéramos todos, los cuatro, reventados. Propiamente en el piso, nos dio las llaves del mismo, planos de la ciudad, bonos de transporte y un préstamo para que compráramos comida para el día siguiente.

Al día siguiente conocimos a la otra tutora, Elitsa, la cual nos llevó por toda Sofía viendo y situando todos los monumentos que nos encontramos a nuestro paso, así como visitando la catedral de Sofía, de la iglesia ortodoxa. Ahí pudimos ver la ciudad en todo su esplendor, es decir, tranvías y trolebuses potenciando la no contaminación, tiendas minúsculas donde encontrar cualquier cosa ya sea de comida, bebida, tabaco, e incluso útiles de limpieza. Ultramarinos de 3x2 metros, al lado de pizzerías y kebabs que despedían un olorcillo que te llamaban a comerte uno cada diez minutos; afortunadamente no hicimos eso. Para comer, pedimos uno de los platos estrella de Bulgaria: patatas fritas con queso blanco. Pensaréis: pues vaya chorrada de plato, eres un chufla por comerte eso. Eso pensé hasta que vi una fuente de patatas en mis narices rebosante de queso blanco rallado, parecido al fetta pero mucho menos graso, aderezado con su pinta de rubia búlgara. Cuando nos quedamos solos mi compañera y yo, decidimos ir a comprar a uno de los ultramarinos los útiles mínimos para desayunar, ya que al día siguiente teníamos nuestras respectivas tomas de contacto con los trabajos. Cenamos provisiones aún españolas y nos acostamos, aún cansados del viaje.

Ya en mi segunda jornada en Sofía, me acerqué con la tutora Luba a la empresa en cuestión, es decir, a el Instituto de Biodiversidad y Recursos de los Ecosistemas de la Academia Búlgara de las Ciencias; resumiendo, a la centralita de las estaciones biológicas de Bulgaria. Ahí vuelvo a comprobar la hospitalidad búlgara donde me enseñan todas las instalaciones, me presentan a todo el personal y me muestran mi lugar de trabajo, al lado del director de dicho instituto, todo ésto en inglés y pendientes de que me enterara de todo para que no me sintiera desplazado. Con una sonrisa en el corazón afronté el segundo día, es decir, de compras búlgaras para comer. Después de comprar, comer y descansar, estuvimos dando un paseo por el norte de Sofía y descubrimos un verdadero PUB. Ahí cayó otra pinta. Cenita rápida de pizza y a dormir, que hay que levantarse pronto para ir a trabajar.

En el trabajo, no puedo pedir nada más. El director pendiente de que me entere de todo lo que tengo que hacer (y poniéndome a prueba), luego me invitó a comer en un restaurante búlgaro donde degusté nuevos platos del país y por la tarde a trabajar, hasta las 6. Es a las 17:30 cuando aparece uno de los trabajadores a hacerme una oferta que no pude rechazar: colaborar en un proyecto ornitológico (estudio de aves) en el que yo me encargaré de hacer todos los mapas y estudios informáticos y, si todo sale bien, la publicación del estudio donde aparecerá un servidor, es decir, ¡mi primera colaboración en un proyecto, y en el extranjero! Aunque mi trabajo será tedioso y acabaré de ordenadores hasta los píxeles, aprenderé cómo trabajar en un área desconocida para mí y conoceré gente importante e interesante. Y en inglés, para más inri.

El lunes comenzaré el trabajo de verdad, donde podré demostrar lo que valgo y mi capacidad para desenvolverme en situaciones realmente complicadas (hazte entender con búlgaros que saben tanto o menos inglés que tú, trabajando en algo que hace años que no manejo) y donde sé que sufriré, me desesperaré, puede que llore y maldiga en arameo arcaico, pero que agradeceré siempre.

Si queréis conocer Sofía, el barrio en el que vivo, y mi piso, tendréis que esperar a la segunda parte del informe sobre Sofía.

lunes, julio 25, 2011

Fear of the dark

Dicen que cuando un hombre camina por la oscuridad es un hombre que camina solo; esos momentos son los más terroríficos porque es cuando afloran los peores miedos que tiene un ser humano y aparecen sus temores primigenios. ¿Por qué el miedo a la oscuridad? Porque no sabemos lo que se esconde en ella, desconocemos el camino por el que vamos andando y, aunque lo tengamos memorizado, recorre por nuestra espalda un escalofrío espeluznante cuando escuchamos el más leve ruido a nuestras espaldas. Este miedo no es directamente a la oscuridad, sino a lo que en ella se esconde de nuestra vista, negándonos su conocimiento y provocando en nosotros los peores presentimientos. Es el peor miedo de todos, el miedo a lo desconocido. ¿Pero por qué tener miedo a lo desconocido? Hay suficientes razones para conjurarlo, verdaderamente, y cada uno de nosotros podrá dar la suya siendo tan buena como la de cualquier otro, pero el principal motivo es de peso, incontestable y verdadero: la incertidumbre de no sentirnos capaces de superar lo que se nos ponga por delante. Éso es lo que nos hace tener miedo a lo que no conocemos, el no sentirnos capaces de superar los obstáculos que nos ponga la vida por delante y no sentir el abrazo protector de quien sí nos puede ayudar. Es sencillo enfrentarse a los miedos de cada uno con el conocimiento de que si salimos escaldados podremos volver a casa a curarnos y lamernos las heridas, pero cuando alguien se ve delante de la cueva oscura y húmeda sólo con lo puesto y una palmadita en la espalda hay que tener mucho valor y coraje para entrar, aun llevando las mejores de las armas y defensas. Ahí es donde se demuestra la verdadera valentía de una persona, el saber estar y los arrestos que tiene.

Ahora, a las puertas de la cueva oscura, es cuando me ataca, se aferra a mis entrañas, me agarra del cuello y se ríe burlonamente en mi cara, jactándose de su fuerza y poderío, sembrando mi camino con las semillas del miedo y la duda. Y seamos sinceros, es realmente poderoso y no se limita a reírse de mí, sino que me atormenta con su chillona y burlona voz atravesando la pared de hielo para escribir con fuego las palabras malditas en lo más profundo de mis entrañas. Palabras que el escucharlas me ponen zapatos de cemento, vendas en los ojos y esposas en las muñecas, impidiendo que me mueva y sólo dejándome hablar para regocijo de quien me puso esas férreas cadenas. Pero, por muchas cadenas que me quiera poner el miedo a lo desconocido, me levantaré, me arrancaré la venda de los ojos, conoceré lo desconocido y gritaré con rabia y triunfo, quebrando las ataduras y poniendo un pie delante del otro con mis zapatos de cemento, aplastando a esa chillona vocecilla y demostrándole que los cobardes huyen hacia detrás, pero los valientes huyen hacia delante. Siempre hay más posibilidades de morir huyendo hacia delante, pero es así cuando resurge el ave fénix con bríos renovados y más sabia, conociendo lo antes desconocido y sabiendo cómo enfrentarse a ello.

Estaría loco si no conociera el miedo en la vida, sobre todo el miedo a lo desconocido. No considero humillante reconocer que tengo miedo, pero sí considero importante sentirme capaz de superarlo dándome confianza a mí mismo mostrando al mundo que, por muy oscura que sea la cueva que me ponga delante, lucharé. Lucharé por mi vida, por mi destino y, en el momento de la verdad, por poder mirar directamente al sol y poder leer simultáneamente en su brillo y mis ojos reflejados el orgullo de haber conseguido el mayor premio de todos.

sábado, julio 16, 2011

Vergüenza

" Entre el Atlántico y el mar Mediterráneo hay una tierra de mar y mucho sol en que desde antaño se viene practicando una asquerosa y sucia tradición..."

Rememorando la canción de SKA-P del mismo nombre, no puedo dejar de empezar esta entrada con esa estrofa, en la que se critica duramente el mundo del toreo y el espectáculo que todo conlleva. Bueno, debo decir que, sin que sirva de precedente, me siento en estos momentos como ese pobre animal condenado a ser atacado con pinchos, banderillas y mareado con una tela roja hasta la extenuación para luego ser matado ensartándole una espada. Me siento humillado, ultrajado, con deseos de huir desesperadamente de esta plaza en la que me encuentro ahora mismo y vivir ajeno a esos toreros de la vida.

Me da vergüenza del torero cuando, súbitamente, al aparecer una mano traicionera para el torero, le arranca el capote y le deja al descubierto, mostrándole como es, sin el truco que le permitía sobrevivir para dar un espectáculo ante un público exacerbado, deseoso de ver la sangre correr; dejándome ver su desnudez ante mis atónitos ojos. Afortunadamente, o eso creo, esta plaza de toros está vacía, por lo que no hay espectadores que contemplen la faena. Vergüenza torera es la llamada cuando una persona debiendo retirarse a tiempo de donde no es bien recibida sigue adelante; habiendo demostrado que no es como todos esperaban inicialmente y, al mostrar su rostro, ve que ha sido destruida su máscara de seguridad. ¿Tenemos hoy en día vergüenza torera para enfrentarnos a los obstáculos y superarlos? ¿O, cobardemente, el torero descubierto enarbola la espada para ensartar al toro esperando encontrar la muerte? No tengo respuesta a esas preguntas, y me gustaría tenerlas, realmente. El ahorro de disgustos sería grande.

Valor para enfrentarse a un toro tienen las personas, realmente, hay que ser muy valiente para enfrentarse a un animal de estas condiciones. Protegidos por un buen capote, disfrazando una realidad que es preferible ocultar. Lamentablemente, en cuanto ese capote desaparece, desaparece también todo el valor y buenas intenciones del torero, mostrándose como es realmente ante el toro. Es el torero quien decide cómo actuar entonces, apelando a su valentía y enfrentándose al toro o huir de la escena cobardemente, escudándose en capotes de falsedad para ocultar su vergüenza torera, es decir, esconder sus miedos.

Toreros (y toreras) de la vida, hay toros ante los que es mejor no usar capotesy máscaras, porque al ser descubiertos seguramente la vergüenza torera será más fuerte y saldréis mal parados, con una dolorosa cornada y con la vergüenza de ser tachados de cobardes.

viernes, julio 08, 2011

La historia infinitamente interminable

Después de tantos días sin dar señales de vida, tenía que decir algo profundo y que inspirara respeto... la sima de las Marianas. No hay nada más profundo en la tierra, realmente.
Cuando uno mira dentro de sí, es como si mirara en una sima kilométrica, ya que no tarda mucho en perderse la luz y estar a oscuras solamente con nuestros pensamientos, nuestros miedos y, lo más aterrador, nosotros mismos. Como si tuviéramos ante nosotros la Puerta del Espejo Mágico. ¿Que qué es la Puerta del Espejo Mágico? Pues una de las tres Puertas a cruzar para encontrarse con el oráculo Uyulala; aparece en el libro La Historia Interminable, de Michael Ende. Si no sabes de lo que hablo... léete una de las mayores novelas para todas las edades del gran Michael Ende. De ahí el nombre de la entrada, y la alegoría tan extraña al comienzo. Esta entrada no es ninguna tribulación, realmente, aunque sí que puede acarrear vicisitudes lo que implica en ella y lo que implícitamente se puede leer; pero aunque no se entienda, es al menos una digresión de lo que hasta ahora anteriormente he estado desarrollando. Comencemos por donde comienza toda historia, por el principio.
¿Cuándo comienza nuestra historia? Me refiero a la historia personal de cada uno, no a la Historia de la Humanidad, eso sería meterme en camisas de once varas... y no estoy tan gordo. Una historia, cualquiera, se puede decir que comienza cuando es contada por primera vez, pero puede hablar de tiempos pasados, presentes e incluso futuros, sin ser por ello menos cierta. Y, al ser contada, podemos decir del mismo modo que en ese momento estamos dando sentido a los grandes enigmas que se nos presentan en la vida hasta ese momento, y resolviendo seguramente futuros enigmas que no sean nuestros, sino de nuestros descendientes o ascendientes, quién sabe. Con esto visto hay que pensar del mismo modo que una historia siempre proviene de otra, y ésta otra vino de otra anterior... y así hasta la primera historia jamás creada, que si sabéis cuál es guardadla como un tesoro y compartirla con quien vosotros más queráis. Pero volvamos a lo nuestro, que me desvío del camino y no acabo. Nuestra historia es contada a raíz de más historias, influenciadas directamente por infinitas historias relacionadas con nuestros familiares, amigos, profesores, y personas que nos aporten algo a nuestra vida. Podemos ver, entonces que nuestra historia proviene de otras historias anteriores, siendo tantas que se puede decir que vivimos en una auténtica historia interminable.
Esta historia interminable que es nuestra vida no es patrimonio personal, afecta a todas las personas que nos rodean como ellas a nosotros, creándose momentos paralelos y situaciones en las que pueden coincidir en mayor o menor grado, no siendo siempre una relación neutra, suele inclinarse hacia un lado de la balanza, al ser humano le gusta ser siempre desequilibrado hacia un sentido para poder desmarcarse del resto o, simplemente, sentir que tiene su propia libertad. Estos paralelismos de historias no se puede decir que sean aburridos para un lector externo, ya que son los paralelismos los que le dan a una historia alicientes para que siga siendo leída, vivida o escuchada, depende del tipo de personaje que se sea. Mi historia... bueno, tiene sus paralelismos con otras, no tengo modo de impedirlo; aunque debo reconocer que hay paralelismos mejores que otros, y que hay algunos de ellos que no quiero que dejen de serlo, ya que al ser sinérgicos no es recomendable que se acaben, como sabe todo estudiante de sistemas ecológicos. Lo más extraño de los paralelismos es que realmente no se saben ni dónde ni cuándo empezarán, ya que pueden estar escondidos detrás de otras historias que propician esos encuentros, sin que en un primer momento pudiera siquiera imaginarse que dos desconocidos una noche se vean y a los diez minutos comience su historia paralela.
Como bien se sabe, es de bien nacidos el ser agradecidos; pero... en éste caso a quién debo agradecerle las historias que han dado a mis paralelismos? Ante todo a las más cercanas, ya que durante 25 años han avanzado junto a la mía; luego a las pocas que han seguido siéndolo después de haber sido sinérgicas porque me han enseñado a ser lo que soy; sobre todo a una de ellas. Y, en definitiva, cómo no, a quien me está permitiendo escribir esta historia y que será parte de esta historia interminable que es nuestra vida, perdurando hasta que sea infinita. A te, grazie per tutto.
No podemos negar que esto va a continuar hacia adelante sin prisa pero sin pausa... pero ésa es otra historia que deberá ser contada en otra ocasión.

jueves, junio 23, 2011

Renovarse o morir

Renovarse o morir, Manolito, renovarse o morir.
Una de las máximas de ese personaje creado por Elvira Lindo en unos no menos importantes libros semi-infantiles, toda la saga de Manuel García Moreno, Manolito Gafotas. Y cuánta razón tenían, oye, porque la verdad es que en el mundo que vivimos o nos actualizamos, pasamos a la versión 2.0 o nos quedaremos obsoletos y atrasados en los avances que se nos presentan, en la vida y en todos los quehaceres que nos rodean.
Pero hay que tener cuidado de no ser un obeso informático, término que se han inventado ahora para definir a los geek que quieren estar a la última en tecnología, teniendo antes que nadie los últimos avances para ser los mejores y los más informatizados de sus congéneres. Los extremos no fueron buenos, y no lo serán; eso de tener tableta, dispositivo última generación reproductor de música, disco duro extraíble con la mayor capacidad posible, y un largo etcétera no puede ser bueno, pero seguramente el tampoco no poseer nada de lo que se convierte en estrictamente necesario en la sociedad que tenemos.
Sí, yo también me he tenido que renovar y actualizar, pasar a la versión 2.0 para no quedarme obsoleto y poder comunicarme, simplemente; pero hay veces en las que me gustaría no tener en vigor la nueva actualización y ser un tuerto en el país de los ciegos. Pero realmente... me doy cuenta de que prefiero ser un tío normal sin parche en el ojo, con mis precariedades y mis historias miles que podría haber decidido no tener, y vivir con mi parche feliz de la vida rodeado de ciegos y de otros tuertos que no quieren quitarse el parche. En estos momentos no puedo dejar de acordarme de ciertos personajes de la vida que a fuerza de taparse el ojo (derecho o izquierdo, el que menos le guste a cada uno) se han quedado al final con el parche pegado. Digo pegado porque siempre es posible quitárselo, aunque costará lo suyo, sólo hay que pensar en lo que cuesta quitarse unos calcetines después de haber estado todo el día con ellos, con las botas puestas y sin parar de andar. Eso, pero durante años.
Lo bueno de las actualizaciones es que no son como las informáticas, que machacan todo lo que había antes y desaparecen, sino que podemos guardarlas, complementarlas unas con otras y hacer un review de lo que había antes, pudiendo coger antiguos archivos y parches para poder volver a vivir lo que teníamos antes. Eso es una ventaja muy importante, tenemos que reconocerlo, porque vemos los fallos que tenía el sistema operativo anterior, pudiendo remediarlos a tiempo en otros que nos encotremos por ahí. Hay que ser buena persona, al menos una vez al día. Ademas, al tener las mayores actualizaciones podemos mejorar futuros avances que tengamos que hacer, porque es tan cierto como que el sol brilla que los sistemas operativos se basan en todos los anteriores, así que subsanando los errores cometidos en los anteriores automáticamente estas modificaciones se reflejarán en los actuales y futuros.
Pero una cosa hay que tener en cuenta, pudiendo decir que es el código fuente de los mismos, el lenguaje maestro de la programación: el comando que se escriba no desaparecerá, permanecerá ahí y tarde o temprano saldrá a la luz, como una mejora del sistema si tuvimos buen tino al redactarlo o como un fallo del sistema si no fue redactado correctamente.

lunes, junio 13, 2011

¡Es la pura verdad!

Un momento...
Bien, gracias por la espera. No, nada, me estaba poniendo el casco de las collejas, porque como reza el famoso dicho (escrito escatológicamente) "Vuelan collejazos por aquí y tienes cara de aeropuerto".
¿La entrada? No, por nada en especial, realmente me apetece reflejar los pensamientos que me rondan por la cabeza después de haber realizado una prueba oral de inglés y de que mi compañero de examen, el cual me ha regalado una de esas frases que gustan enmarcar, "que te vaya bien en la vida", me ha obsequiado con un papel en el que se llama a repetir el hito histórico marcado el 15-M, donde un pueblo encorajinado salió a las calles para protestar por la precaria situación en la que estamos; y estaremos, no nos engañemos.
Lo que viene al caso, que me embolo yo solo y me acabo liando y no hablo de lo que quiero reflejar. Debo reconocer que en un primer momento no confié en el movimiento 15-M, tenía la sensación de que era una maniobra por parte de alguna "cabeza negra mágica" donde se conisguiera que hubiera una revolución parecida a la ocurrida en Islandia, donde el pueblo demostró que aún hay esperanza y que hay que tener la mente fría necesaria para actuar en situaciones precisas y necesarias; pero con el componente político escondido detrás de las revindicaciones. Escuché hablar del susodicho Manifiesto, y me sentí uno más, al menos espiritualmente. Conforme fui recopilando datos, opiniones, presencias y demás medios de información, decidí que era un movimiento necesario, valiente y utópico. Así pensaba y sigo pensando, ciertamente, aunque mis labios no articulen las palabras necesarias para defenderlo.
¿Os gustan los cuentos? A mí sí, son una fuente de relatos cortos ficticios donde, a través de situaciones y fábulas diferentes, nos retratan la sociedad y valores que tenemos. Pensando y refrigerando mi sobrecalentado cerebro, recordé el cuento de Hans Christian Andersen "Es la pura verdad", donde una plumilla se convierte en cinco gallinas. ¿A qué viene todo esto, que te estás embolando de una manera bestial, so pedazo de cacho de trozo? Primera colleja. Bueno, no ha dolido tanto. Leí ese cuento de pequeño, y no lo entendí en todo su esplendor hasta que, hace poco, lo extrapolé a las situaciones de la vida en las que nos encontramos cada día, ¡y aparece el gran movimiento! (Sin ironía). La plumilla que se soltó de la gallina ya ha comenzado a ser una gallina, una pobre gallina que se despluma por el amor no correspondido del gallo del corral, el cual soberbio mira por encima del ala, al saberse el más fuerte y el que más alto canta.
Continuando con el símil y con el pensamiento, veo que esta gallina rápidamente se convertirá en dos gallinas que se desplumen por amor incondicional, y luego vendrán otras más que al final acabarán atacando al gallo que las tiene locas de amor, descubriendo que el gallo sólo era una plumilla. Sólo una plumilla, una minúscula parte de algo mucho mayor que, por desgracia, no se puede cambiar con mostrarle lo desgraciados que somos y que no conviene atacar, ya que podemos perder toda la fuerza que poseemos demostrando todo lo que nos haríamos, sin comprender que a este gallo se le humillará actuando indiferente ante él, sin acudir a su canto cada mañana y dejar que sean los gallos los que demuestren que son los mejores.
Es una metáfora complicada de entender, espero que no se me gaste el casco de las collejas.
De todos modos, le estoy dando vueltas a algo que me ha contado alguien que se lo contó antes, que yo no creo del todo. No sé qué hacer... no sé si coger la gallina y cocerla para hacer caldo o comérmela en pepitoria.
Pero una cosa es segura... ¡es la pura verdad!

jueves, junio 09, 2011

Toda historia tiene un comienzo

Vaya... parece que el futuro se cierne sobre mi cabeza. No sé si la mía sólo o la de todos, pero lo cierto es que algo parece que sobrevuela por ahí arriba aparte de las nubes, ciertas especies aviarias y los avances tecnológicos que logran que puedas leer este blog o uno de los grandes engranajes de la maquinaria vital que indirectamente ha propiciado la creación del mismo... vaya, que pedante me he vuelto por momentos!!!!

Bueno, dejémonos de tonterías, tontás y demás emboles que no conducen a ninguna parte más allá  de las collejas que me pueda llevar. ¿Que por qué empiezo PRECISAMENTE ahora un blog? Y... ¿por qué no ahora precisamente? Es un momento tan bueno como otro para comenzarlo, con el aliciente de que será un modo de contactar con mi yo interior, exterior y los que disfrutan de mi yo. Venga va... me dejo de tonterías.

El blog no tiene otro motivo que realizar de una vez por todas algo que le dije hace mucho tiempo a la que era mi pareja y que ahora, gracias a lo raros que somos, es amiga mía: relatar las vicisitudes que rodean mi vida, las experiencias raras y estrambóticas que sólo parece que ocurren en las películas y aprender a reírme de la vida, de mí y de mis problemas y tribulaciones; de ahí el nombre tan... extravagante. Y quien me conozca sabe que no es el único motivo, porque... no lo es, realmente. El otro gran motivo es el poder contar mi vida a todos sin tener que preocuparme de a quién le interese y a quién no, porque admito que soy un desastre para mantener el contacto sólo por Internet y como no sé a quienes les puede interesar mi vida... pues la muestro como es, y el que quiera entender que entienda. Que entienda mi modo de escribir, no hipotéticas segundas intenciones, ésas son más claras.

Dicen que es de bien nacidos el ser agradecidos, así que si al menos consigo aportar a tu vida algo de gracia... de nada.