viernes, octubre 14, 2011

El fin del camino

Y aquí estoy.... más de un mes después, vuelvo a retomar la escritura. ¿Y por qué no antes? Bueno, son diversas razones. La primera y principal de ellas es que me quedé sin tiempo ni espacio para escribir. La segunda es que, pensando, decidí que sería mejor hacer una crónica de lo que he estado viviendo, no utilizar las entradas como un diario (o semanario) en el que relatar todas las vivencias detalladamente, porque realmente ha sido imposible pararse en cada una de ellas para contarlas, analizarlas y poder mostrar toda las sensaciones y sentimientos que me han despertado, generado o destruido.

Antes de venir a Sofia (Sofiya, fonéticamente escrito desde el cirílico) sentía que un nuevo camino se abría ante mí, una nueva puerta que me llevaba a vivir nuevas experiencias y vivencias que jamás antes había tenido. Con las prisas de los preparativos, olvidé incorporar a mi archivística musical un álbum, una serie de canciones que representan un viaje espiritual y, en mi caso personal, físico y espiritual también.  Ahora, y gracias a la gentileza de cierta página de visionado de vídeos lo estoy disfrutando, escribiendo a su son y focalizando mi mente en la pantalla y teclados del laptop. Esta entrada se llama así por la última canción del disco, "el fin del camino", la cual refleja la angustia del protagonista al llegar al final del Gran Camino y su indecisión ante el futuro que se le presenta. No, no es mi situación, por supuesto; pero en cierto modo... me siento identificado. Después de una pequeña porción de tiempo en la que he sentido que se ha condensado la esencia de la vida, siento que estoy al final del camino, que algo dentro de mí pasará al siguiente nivel, dejando paso a la avalancha que viene detrás. La experiencia Leonardo toca a su fin, y eso implica aceptar que hay cosas en mi vida que jamás volverán, que mi cara está marcada a fuego con la vida (sobre todo mi mirada) y que el tiempo irremesiblemente pasará, arrastrará todo lo que no sea capaz de agarrar con fuerza y borrará todo aquello que desee eliminar, absolutamente todo.

Ya me encuentro en los últimos pasos, mis articulaciones chirrían,  mis tendones chasquean y mis músculos vibran sobreestresados por el esfuerzo final al que les somete el cerebro, obligándoles a avanzar más allá, a la meta, al final del camino. Pero aun avanzando, logro distraerme un momento y echar la vista atrás, un segundo, lo justo para ver todo lo que he logrado y he perdido. Ahora, al mirar, me parece increíble todo lo que he logrado: he logrado mantener largas conversaciones en inglés, he logrado aprender lo básico de otro idioma totalmente diferente a todo lo que yo conocía, he logrado demostrarme que puedo trabajar en condiciones extremas, he logrado sobrevivir a una dura experiencia; y, lo más importante, he logrado crecer como persona, madurar y ser un hombre. Aquí menciono otros apartados como las personas conocidas y (desearía) futuras amistades, ya sean de mi edad o más mayores, todos ellos me han enseñado cosas que no sabía y me han recordado cosas que ya sabía; pericia y perspicacia ante las vicisitudes de la vida; decisión y determinación ante las tribulaciones que me han rondado muchas noches y días; y demás destrezas que me permitirán, en un futuro, gestionar mi vida mejor de lo que yo creía que podría hacer. Pero veo muchas cosas perdidas, cosas que no recuperaré: la característica inocencia y bondad que me causaron dolores de cabeza, el respeto ante lo desconocido, la prudencia de medir todas las palabras antes de decirlas para no ser contrario a otras opiniones y, por encima de todas ellas, la dependencia que sentía ante ciertos sentimientos y actitudes ante la vida. Son sólo un compendio de cosas las que aquí he puesto, habrá otras más que no recuerdo ahora mismo.

Vuelvo la vista hacia delante de nuevo, pero al hacerlo veo algo que antes no había: la mochila de la experiencia con libros nuevos, libros que en su lomo reflejan mi nombre, en la tapa delantera un compendio de los lugares que he visitado y en la parte trasera un breve resumen de lo que contienen junto a una foto mía, en pose pensativa y mesándome la exigua perilla que me caracteriza. Sé lo que contienen, los he escrito yo con ayuda, ya sea directa o indirecta, de los que me han rodeado. En ellos no hay logros ni pérdidas, no encontraré nada que sea digno de guardarse o tirarse; en ellos sólo tengo todo lo que he vivido y aprendido. El aprender a vivir con otras personas diferentes a las que he conocido en toda mi vida, el convivir con estereotipos de personas que ya conocía pero con las que no había compartido estrechamente mi vida y lo que significa estar día a día con ellas. Los pros y los contras, las esencias ying y yang, las altas y las bajas. También está el aprendizaje de tener que trabajar con gente con la que no puedas comunicarte fluidamente (o comunicarte), los obstáculos que conlleva y las interminables explicaciones que difieren. Y, por supuesto, el aprendizaje de ser un elemento más, una roca en el río de la vida, un árbol más del bosque humano. No es una mochila pesada, pero sí grande, parece no tener límite cuando se mira dentro de ella.

Pero debo volver a mirar hacia atrás, hay algo que he pasado por alto; un reguero carmesí que comienza en el inicio de este camino pero no llega al final, no veo de dónde proviene pero sospecho lo que es. Es la tinta de la vida, con la que escribo cada una de las líneas de los libros del aprendizaje que guardo en la mochila de la experiencia. Ahora comprendo todo. No miro hacia atrás, no debo mirar porque si no perderé el ritmo y caeré al suelo, llorando y encogido de dolor. Sigo mirando hacia delante, con una sonrisa en la mirada y la risa en los labios, feliz de seguir mi camino. Puedo ver la meta, la tengo al alcance de la mano y pienso saborearla como pocas cosas he saboreado en la vida. Será entonces cuando mire hacia atrás, aunque sé de sobra lo que me encontraré: una sensual mujer con una piel dorada, con un vaporoso vestido negro que se ciñe a su feminidad empujado por el viento al frente de un pequeño grupo de personas, cuatro para ser exactos. Sus brazos se extienden siempre hacia mí, regalándome su abrazo y el calor que he sentido durante este tiempo. Veré que en su mano derecha tiene algo que no desentona con su belleza, un fragmento incorpóreo que brilla con la luz de una estrella, luz que comunica directamente con mi pecho, formando a mis pies el reguero carmesí. Finalmente me la robaste, posees la sabiduría necesaria para ello, ya se percataron de ello los antiguos pueblos griegos.

Gracias por estos tres meses a todos: Verónica, Elitsa, Stoyan, Mladen, Mitko, Àngel, Anna, Tiago, Sara, Felis, Miguel, Paula, Cheila y Boryana. Gracias también a vosotros: Ilaria, Lorena, Antonio, Zoraima, Maite, Alfonso. Todos me habéis enseñado un poco, he aprendido de vosotros y me habéis dado y quitado cosas. Y gracias a tí también, Sofía; tú eres la que más me ha dado, más me ha quitado y de la que más he aprendido. Volveré a verte, espero que para entonces pueda seguir mirándote con el respeto y confianza que ahora lo hago; y desearía que no tengas que devolverme aquello que, un 26 de Julio de 2011, agarraste con fuerza y no soltaste, dejando una parte de mí aquí.

Hasta que volvamos a vernos, cuídate y sigue madurando, como yo seguiré haciendo.

4 comentarios:

  1. Qué diferente el hombre que ha escrito esto del muchacho que conocí con 18 años, y lo digo con alegría y con cariño. Qué diferente y a la vez qué parecido. Porque prácticamente todo lo bueno de entonces lo conservas, y has añadido más cosas buenas aún que antes no había. Es irremediable dejar algo de inocencia en el proceso, pero a cambio ganamos experiencia y soltamos peso de cosas que hacían bulto y no servían de mucho. Y así alzamos el vuelo.

    Me hubiera encantado ir a verte y lo sabes, la pena es que nuestros exilios (el tuyo más intensivo y el mío más extensivo) hayan coincidido. Cuando yo tenga que hacer balance de mi etapa gallega, pufff...

    El puente de la Inmaculada estoy en Sevilla. ¿Andarás por ahí? Tengo un montón de ganas de verte y que me cuentes en persona. :)

    Me ha encantado tu entrada. Besotes :)

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  2. Bueno, gracias por los halagos :)

    Sí, he cambiado mucho desde que me conociste, y creo que ayer, escribiéndolo, logré escribir como siempre he querido; yo también pienso que esta es mi mejor entrada.

    Ya de los cambios que he sufrido por el camino podremos contarnos batallitas miles cuando nos veamos, si me reservas una tarde (al menos, si no se junta con cena jejejeje) estaré encantado.

    Besotes!

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  3. Pues ni me imagino cómo vendrías si te fueras unos meses a la India o sitio similar XD
    ¡Vuelve pronto!

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  4. Sería otra experiencia inolvidable, y desde luego si me fuera a esos sitios no sería como me he ido ahora.
    El martes me tienes allí!! En Sevilla al menos.

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