sábado, septiembre 03, 2011

Italia, informe V. Roma y Umbría.

(Pido perdón por la extensión de la entrada, lo digo ya de antemano)
Buf... hace tiempo que no digo nada, ¿verdad? Bueno... tenía que recopilar datos de mis andanzas durante este tiempo, recuperar ciertas condiciones físicas y adecentar un poco mi presencia personal y laboral, no puedo ir hecho un mindundi por la vida. Y, sobre todo, acostumbrarme de nuevo a Sofía. Sí, vale, sólo he estado fuera cuatro días, pero... estos cuatro días me han mostrado más mundo que una semana búlgara, y eso se nota.

La aventura comienza el 25 de agosto, a las 5 de la mañana en un céntrico piso de la capital de la República Búlgara; sí, cuando aún no están puestas las calles y los últimos rezagados vuelven a sus respectivos nidos, un viaje comenzaba a forjarse. Y el miedo de que no hubiera transporte público, a pesar de las informaciones que tenía de diferentes sitios web. Mis miedos desaparecieron en cuanto escuché el primer tintineo de los tranvías, funcionando a 50 metros del piso y resonando atronadoramente en el silencio de la ciudad dormida, como mi compañera de piso. En silencio, no roncando. Con el sonido de mis pasos y las tenues voces en el transporte público, y el nauseabundo olor de algo que una señora se desayunaba detrás mía (tenía demasiado sueño como para cambiarme de asiento) llegué al aeropuerto de Sofía, a su desierta Terminal 2. Bien, estoy a tiempo, una hora antes de que salga el vuelo y ya tengo en mi poder el billete de avión. Controles aparte, segundos desayunos en el avión y cacheos exhaustivos de agentes de seguridad (a punto estuve de soltarle un improperio, pero no quería meterme en líos) llego a Roma a las 7:30 de la mañana, con tiempo de sobra hasta las 9 que cogí el autobús hasta el centro para encontrarme con el motivo de mi visita, esa mujer que hace que una insignificante vida sea lo más maravilloso del mundo. Después de dar vueltas por las terminales, ser trolleado con el cambio del billete (me levanté demasiado pronto... pero no me excusa) y un paseo por la periferia y casco moderno romano, llego a mi destino, y ahí comienza todo. Reencuentros, abrazos, miradas, gestos, palabras guardadas en el fondo del corazón y ese brillo volvieron a vivir en mí. Y con este comienzo... qué puedo contar de Roma, la Città Eterna. Es sobrecogedor y auténticamente increíble la Historia de la Humanidad, la cantidad de Poder que atesoraron los antiguos gobernantes y hombres influyentes del pasado para que, dos mil años después, miles y millones de personas contemplen las obrass que se encierran allí, la genialidad a raíz de roca y piedra, la fuerza de una mirada eterna encerrada en unos ojos de piedra, la ingeniería e ingenio dedicada a los dioses y el orgullo de una ciudad por su historia, sus monumentos y su vida. Un espectáculo que no puedo describir con palabras, y que ensucian la viveza que allí sentí. Viveza... y calor, acostumbrado a un verano templado el shock de diez grados más de temperatura acentuó mi capacidad de beber agua hasta donde no creía que tenía.

Roma el primer día no está mal, no señor. La llegada a nuestro lugar de descanso fue, ante todo, entretenida: perder un tren por 10 segundos, coger otro donde tenemos por colega de viaje a un eslovaco que sólo habla alemán, intentar una traducción alemán-español-italiano con el consiguiente enfado del revisor y el viajante, llegada a la típica casa junto a un lago glacial y, finalmente, ser ladrado y saludado efusivamente. Estamos en la región de la Umbría italiana, en Castiglione del Lago. Un lugar para vivir, inmerso en la naturaleza y en la pasmosa tranquilidad del lago Trasimeno, cargado de historia. Todo ello custodiado por el castillo-fortaleza del pueblo, un castillo digno de aventuras medievales. Viernes 26, visita a Castiglione y al lago, por supuesto. Visita... ¡en bici! Después de años sin coger una bici, el primo de Ilaria me dejó una y nos fuimos los dos de paseo por la ribera del lago. Si os digo que nunca disfruté tanto un paseo en bici... es que no recuerdo realmente otro mejor, la majestuosidad del paisaje, la puesta de sol entre las montañas y el lago, disfrutar del olor de puerto de agua dulce abrazando al sol y romper un freno a la vuelta hacen que sea uno de los mejores paseos en bici que recuerde, realmente. Esa noche volvimos al lago, con un aura mágica por la noche que nos envolvió acogedoramente mientras compartíamos secretos a la luz de las estrellas. (Que romántico... si no os gusta no lo leáis.) Al día siguiente tocaba visitar la capital de la región, Perugia, otra ciudad cargada de historia y desconocida por mí, de la que quedé impresionado; otra visita apuntada para hacer. Ésta fue el 27, penúltimo día y última noche en la zona Euro.

La vuelta a Sofía no fue divertida, fue calurosa y un poco triste. Hay que reconocerlo, después de cuatro días estupendos no apetece volver donde no tienes amigos ni familia, falta tu pareja y no entiendes a nadie hablando ni lo que lees en los carteles. Pero bueno, hay que decirlo todo, hay que echarle un par de huevos a la ensalada y comértela, que para eso la he pedido y me la he preparado yo. La vuelta fue caótica, realmente: mostrador cerrado para obtener billete, puerta de embarque en el quinto pino, diez minutos para corroborar mi compra de vuelo, y montarme en el autobús que me llevaba al avión completamente SOLO. Me sentí peor que Forever Alone... Extreme forever alone. Al menos en el vuelo no iba solo, ¡menos mal! Bueno, después de merendar alegremente y echar una mini-siesta, llegué a Sofía again, a coger el autobús que me llevara a casa. Cuando me bajé del mismo, y viendo que la tarde no era calurosa, decidí volver andando; un trayectillo de veinte minutos aderezado con acondicionamiento de oído y vista al búlgaro, respirar el aire sofiota (o sofiense) y comerme una porción de pizza que, no exagero, tenía dos dedos de grosor, más grande que mi mano y me costó cosa de 1'50 €.

El próximo viaje al extranjero no se me plantea desde luego con tanta agitación ni divertimento, pero relataré mis experiencias tal y como las viva, como hago siempre. Veremos a dónde es... no sé si me enfrentaré al Sur, Norte u Oeste. Al Este... me coge lejos. Mar Negro... te tengo en el punto de mira para futuras incursiones.

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